El Fantasma Azul

Los años siguen pasando y pasando y sigo sufriendo por la misma razón que en ese entonces. Pero realmente no importa por qué esté sufriendo. Creo que a esta altura ya tengo bastante asumido que vas a ser uno de los fantasmas azules que me va a perseguir durante el resto de mi vida. Un fantasma que me persigue pero que no me deja verlo ni hablarle. Hay días que lastimás más, días que ni te recuerdo, días en los que no puedo dejar de sentirte encima mío, rompiéndome las pelotas, recordándome en cualquier lugar o cosa que vea que estuviste ahí. De todas maneras, es imposible odiar un fantasma porque claro, los fantasmas no existen. En caso de que existieran podría decirse que un fantasma es lo que quedó de una persona que existió.
Y vos, efectivamente, exististe.
Desde que el fantasma azul apareció y me atormenta todos los días de mi existencia, pude aprender varias cosas durante el tiempo que pasé con él.
Estar tantos años con este fantasma persiguiéndome me hizo recordar que hay algo que estuvo presente en mí desde hace más años, incluso desde antes de conocer a la versión original del fantasma azul.
De a poco me di cuenta y sigo creyendo en que esa cosa que estuvo presente es lo más importante y quizá, lo único que tengo en la vida para apoyarme en seguir adelante. Es mucho más fuerte que cualquier demonio, fantasma o recuerdo que me aceche. Es un sueño. Mi sueño, Si tengo que renunciar a dormir, comer, parejas, relaciones familiares o de amistad para poder alcanzar ese sueño realmente no me molesta tener que hacerlo. No me importa qué tanto sea capaz de perder, porque perder, perdí siempre un montón de cosas y nada de lo que pueda perder va a ser más doloroso que el castigo de haber perdido dos miembros de mi cuerpo por no poder aceptar que te estaba perdiendo a vos.

Querido Fantasma Azul: voy a dedicar mi vida entera a rechazarte, incluso si no estás, incluso si tengo que inventarte yo misma de vuelta para aferrarme a seguir viviendo. No pienso morirme, cueste lo que cueste, hasta poder dejar una marca en este mundo, o al menos, este país. Que mi nombre resuene una vez, dos veces, la cantidad de veces que sea necesaria para que lo escuches hasta de la gente que habla sobre el cine argentino en las calles. Entonces, quizás ahí recién recuerdes que yo también existí y pueda convertirme en tu Querida Fantasma Roja.